• Predisposición genética
• Desórdenes neurológicos
• Conductas de búsqueda de atención
• Reforzar el comportamiento de forma no intencionada por parte del propietario al intentar calmarlo o prestarle atención cuando está realizando la conducta
• Experiencias traumáticas en la etapa de cachorro o separación temprana de la madre y hermanos
• Falta de estimulación ambiental, poca socialización con personas y perros
• Situaciones conflictivas que generen estrés, ansiedad, miedo
• Aplicar castigo positivo
• Los cambios en el entorno pueden resultar traumáticos y desencadenar este trastorno, por ejemplo: mudanzas, vacaciones, estancia en una residencia canina, cambios en la rutina del propietario, llegada de un bebé, divorcio, etc.
• Aplicar castigo físico, métodos coercitivos como el uso del bozal, reducir el espacio de interacción del perro o la inmovilización tienen como consecuencia un agravamiento del problema y estos métodos están totalmente contraindicados

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